(Continuación de "El Elegido")
Una vez completada la transformación Olaf perdió el
control de su cuerpo, se convirtió en un mero espectador a la merced de Nemri.
Podía ver, oír, sentir y hablar con su captora. Pasada la confusión y
desesperación inicial, lo que quedaba de Olaf se concentró en ver que hacia lo
que había sido su cuerpo. Criatura marina y consciencia humana serpeaban por
cuevas marinas plagadas de algas bioluminiscentes. Dejaron atrás las cuevas y
emergieron a la superficie. Una vez allí Nemri asomó la cabeza, y ambos vieron
una gran isla a pocos kilómetros. Tras una pausa, volvieron a sumergirse y se
dirigieron hacia ella. Olaf vio que se trataba de un archipiélago artificial ya
que en el hemisferio Azul no había islas, sólo agua. Sortearon sin problema el
primer perímetro de seguridad y se dirigieron a la costa. Volvieron a emerger y
a lo lejos vieron una playa atestada de gente, más cerca tenían una boya que
marcaba el perímetro del sensor de ADN, que fue lo último que vio Olaf antes de
perder el conocimiento.
-¿Oiga está bien? ¿Me oye?- gritó un pescador desde su
pequeña barca mientras lanzaba una cuerda al agua.
- Coja la cuerda, le acercaré al bote.
Olaf flotaba boca arriba respirando bruscamente, en
seguida se dio cuenta de que volvía a ser el mismo, sin tentáculos ni ventosas,
Agarró la cuerda con la satisfacción de volver a controlar sus brazos y el
pescador le acercó y subió al bote. Allí quedó tendido recuperando el aliento
mientras el pescador le miraba atónito.
-¿De dónde has salido chico y que le han pasado a tus
piernas?- exclamó el hombre señalando las extremidades de Olaf al mismo tiempo
que le daban arcadas.
-¿Mis piernas?-Volvió la vista hacia abajo y en vez de
ver sus piernas vio dos amasijos de carne, músculo y hueso; dos muñones
sanguinolentos que rezumaban pus y gases fétidos, -¡¡oh dios mío!!!
Ante tal visión Olaf se desmayó y el pescador tomó
rumbo a la costa esperando encontrar ayuda. Llegó hasta la orilla y pidió ayuda
a gritos, lo sacó de la barca y lo llevo a la arena de la playa. Una multitud
de curiosos rodeó al herido, unos señalaban con cara de sorpresa, otros
vomitaban por el hedor de las heridas y los más valientes se acercaban para
verlo mejor. Llegó el equipo médico y se apresuró en abrir un poco de espacio
entre la muchedumbre. Intentaron reanimar a Olaf pero estaba totalmente
inconsciente así que le inyectaron neomorphina y cuando se disponían a subirlo
a su camilla y llevarlo al hospital algo terrible sucedió.
Olaf se puso en pie sostenido por sus muñones, con los
ojos en blanco y emitiendo sonidos guturales al mismo tiempo que temblaba como
si lo estuvieran electrocutando violentamente. Los curiosos y el equipo médico
se quedaron estupefactos, y pasados unos segundos de sorpresa el pánico se
apoderó de la playa. Echaron todos a correr tropezando unos con otros y sin
parar de volver la mirada hacia aquel tembloroso ser. En medio de la confusión
un niño se acercó a Olaf y, con la ingenuidad de la juventud, le acercó una
botella de agua. En ese instante los temblores pararon y recuperó el sentido,
pero seguía sin tener control de su cuerpo, simplemente podía ver, oír y
sentir. Vio el caos en el que estaba sumida la playa y reparó en el niño que le
ofrecía agua. Se esforzó con toda su alma para intentar ahuyentar al niño lejos
de él, ya que algo le decía que algo horrible iba a ocurrir. Su piel empezó a
hervir y súbitamente estalló en cientos de finos tentáculos que atravesaron
todo lo que encontraron a su paso. La playa quedó teñida de sangre, y cuerpos
ensartados por multitudes de saetas orgánicas, gritaban y aullaban de dolor, no
pudiéndose liberar de su abrazo mortal. De alguna manera seguían vivos
sufriendo inhumanamente, parecía imposible ya que a algunos cuerpos los
atravesaban 50 o más tentáculos. El niño que había ofrecido agua a Olaf seguía
en la misma posición pero atravesado unas 30 veces, miraba fijamente, y con los
ojos muy abiertos suplicaba a su captor que le matara. Los finos tentáculos que
atravesaban a cientos de personas empezaron a ensancharse hasta hacer reventar
en pedazos a sus presas. La playa era un espectáculo dantesco, una mezcla de
sangre, arena y restos humanos. Cabezas, trozos de extremidades, vísceras y
órganos formaban un collage terrible. Nemri recogió sus cientos de
extremidades, se sumergió en el mar y desapareció.
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